En tanto que conjugación de saberes, la bioética permite la comprensión del desarrollo histórico, social, biológico de los seres vivos y de nuestro entorno, desde la evolución de la estructura neurofisiológica necesaria para el surgimiento de la conciencia y del lenguaje que distinguen a los humanos de otras especies, las leyes que rigen la organización de nuestras sociedades y la intervención de poderes fácticos que producen y reproducen las bases de la desigualdad y la injusticia, las oportunidades y los riesgos que ofrecen el acelerado desarrollo de la ciencia y de las biotecnologías, la urgencia del apego a los principios de los Derechos Humanos que constituyen, acaso, la única barrera contra la destrucción y la autodestrucción.
El MDB nos permite edificar nuestro entendimiento sobre bases sólidas, científicas y racionales; desechar dogmas y mitos; dotarnos de herramientas teóricas y prácticas para construir un puente al futuro que asegure la supervivencia de la humanidad y del planeta mismo ―esto es, responder a la convocatoria del científico y humanista Van Raessenlander Potter, creador del concepto bioética―.
Pese a lo avanzado en este campo, resta difundir la bioética en materias cotidianas: el inicio y el fin de la vida, los trasplantes, las epidemias, la investigación en seres humanos, la regulación de la medicina y el uso de las biotecnologías, el cuidado de la ecología, la Declaración sobre Bioética y Derechos humanos ―y otras tantas temáticas que individuos y sociedades conocen de cerca y en cuya normatividad y debate han de participar por cuanto todo ello afecta la vida, nuestras vidas―.