Nueva Zelanda se ha sumado recientemente a Francia en la lista de países cuya legislación reconoce a los animales no humanos como seres sentientes, capaces de experimentar dolor, placer, miedo o estrés.
Esa capacidad de sentir hace merecedores de respeto a todos los animales, al margen de su especie, de su tamaño, de su belleza o de su mayor o menor proximidad a los seres humanos.