Cuando era apenas un adolescente, Keoni Gandall ya operaba un moderno laboratorio de investigación desde su recámara, en Huntington Beach, California. Mientras sus amigos compraban videojuegos, él adquiría equipo de laboratorio; así, se convirtió en propietario de unos diez dispositivos —entre ellos, un transiluminador, una centrífuga y dos termocicladores— para un pasatiempo que en otra época solo estaba al alcance de estudiantes de doctorado en laboratorios institucionales.