Como tantas veces ocurre, el aprendizaje es un camino afortunadamente sin fin, y fundamentalmente contribuye a abrir nuevas ventanas al conocimiento. Así fue el Máster en Bioética y Derecho para mí. Yo, que venía del ámbito clínico, en el cual aún trabajo, me encontré descubriendo otros mundos de la bioética y profundizando en los que aparentemente ya creía conocer.
Recuerdo, sobre todo, los encuentros presenciales, aunque con pocos compañeros, todos ellos tenían una gran ilusión por ampliar sus conocimientos y de compartir opiniones. Recuerdo también ahora con emoción alguna sesión especial, con el profesor Ramón Valls. Pude compartir con él unos minutos privados, con su enorme sabiduría. Hoy en día, tras de mí, en lo alto de mi librería “especializada en bioética”, siguen en primera fila “los apuntes”, tan ordenadamente entregados y apropiadamente escritos, afortunadamente claro. Aún están presentes cuando he de revisar un tema más olvidado y siempre son un punto de partida concreto y experto.
Con el paso de los años, el empuje del Máster todavía continúa. He podido mantener vivo el interés en la bioética clínica, incorporarlo de manera natural a mi quehacer diario en la atención a personas enfermas, y hacer de la deliberación ética una práctica normalizada con el resto de mis compañeros.