Los hombres admiran, idolatran, respetan y homenajean a otros hombres. Es el sexo lo que relegan para las mujeres, entendidas como vasijas cuya meta en la vida es ser penetradas por ellos para luego parir y cuidar a su descendencia, que llevará siempre en primer lugar su apellido, y en muchos países, únicamente su apellido. Incluso la mujer pasa a llevar su apellido. Todo es posesión excepto lo relativo a otros hombres. Los demás hombres no se poseen como objetos, sino que son sujetos. Esto no es nuevo, como sabemos, es tan antiguo como el patriarcado.