Una de las ramas más desafiantes de la Lingüística es la que describe los mecanismos que regulan nuestras conversaciones cotidianas. Cuando explico a mis estudiantes cómo funciona una conversación, a menudo la comparo con un baile. Como en una coreografía ensayada hasta el infinito, los interlocutores coordinan sus acciones para hacer posible el milagro del diálogo. La conversación no solamente es necesaria para que los niños aprendan a hablar, sino que está en la esencia de la propia naturaleza social de nuestra especie. Conversando nos comunicamos con los otros, pero también, y sobre todo, aprendemos a cooperar.