Se estima que los ingresos mundiales del mercado de la inteligencia artificial alcanzarán, este año, 300.000 millones de euros. Aunque la tecnología está en sus inicios, las posibilidades de disrupción y ventaja competitiva son espectaculares; por eso la carrera por hacerse con este pastel hace tiempo que ha comenzado. La inteligencia artificial se ha convertido en el elemento estratégico del siglo XXI. Afecta a todos los ámbitos: desde la geopolítica hasta los intereses comerciales, pasando por el crecimiento económico, la lucha contra el cambio climático o la mejora de la atención sanitaria. No es objetiva, neutral o universal; por el contrario, está profundamente arraigada en la cultura y la realidad económica de quienes la crean, en su mayoría, hombres blancos y con recursos. Podríamos decir que, en gran medida, nuestro futuro como humanidad depende de cómo la desarrollemos.