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Una norma doblemente discriminatoria

21.12.2013

DIARIO ARA - 21 de diciembre de 2013

Suprimir los terminios es una muestra de desconfianza hacia la autonomía de las mujeres

MARÍA CASADO. DIRECTORA DEL OBSERVATORI DE BIOÈTICA I DRET DE LA UB I DE LA CÁTEDRA UNESCO DE BIOÉTICA

Si el gobierno, como afirma el ministro de justicia, pretende con su propuesta de ley del aborto “proteger a los no nacidos” y quiere disminuir el número de abortos ¡ha equivocado el camino! Está reiteradamente comprobado que no se suprime la realidad del aborto por prohibirlo ni endurecer las condiciones para su práctica legal. Sólo la educación sexual y reproductiva y el acceso real a los anticonceptivos disminuyen el número de embarazos no deseados y, consecuentemente, el número de abortos. Lamentablemente, se añade que quienes están en contra de una ley de aborto, segura y amplia, también están en contra del fácil acceso a los anticonceptivos y, también, en contra de la educación sexual y reproductiva; esto ocasiona una
cadena nefasta ya que, efectivamente, una buena educación disminuye el número de abortos. Una ley restrictiva como la que proponen convertirá la mayor parte de las interrupciones voluntarias del embarazo en clandestinas, pero no las evitará. Y el aborto clandestino es un aborto inseguro. Eso tiene consecuencias negativas muy graves en la salud de las mujeres y, además, es doblemente discriminador pues a la existente entre hombre mujeres -que en esto fija la condición biológica- se añade una discriminación entre las propias mujeres: las “ricas” que pueden acceder a un aborto seguro donde convenga y las “pobres” que no tienen acceso y han de acudir a los medios públicos, próximos y declarados. Nunca, ni en los más duros tiempos del franquismo, las mujeres con formación y medios tuvieron problemas: Londres estaba al alcance… Sólo los sectores castigados -de siempre y en todo- recibirán este nuevo revés pues no podrán “puentearlo”, como hacen las capas altas de la sociedad en estos los casos. Suprimir “el plazo” evidencia una profunda desconfianza ante el ejercicio de la autonomía de las mujeres y únicamente sirve para hacer que sus decisiones tengan que venir avaladas por otro: médico, asistente social, psicólogo,… ¡de vuelta a la tutela! Además, genera inseguridad en la interpretación de los criterios requeridos y fomenta que se alcen obstáculos y dilaciones indebidas que, de hecho, impiden en la práctica lo que la ley misma permite. Para que decir del “asesoramiento” a cargo de los servicios sociales, seguido de ¡siete días de reflexión! Suprimir el supuesto de “malformaciones del feto” y hacerlo en nombre de la defensa de las personas discapacitadas es, no obstante, lo más insincero y mojigato: demuestra especial hipocresía respecto a las personas con discapacidad a las que se están, al tiempo, restringiendo pensiones y ayudas y dejando de pagar las ya existentes. Es tremendo ver como se usa la discapacidad -o la salud de las mujeres- como moneda en los cambalaches ideológicos de “compromisos electorales” y cortinas de humo que intentan tapar la restricción de derechos y libertades, conseguidos tras años de luchas.

La ley actual no impone nada

Una ley del aborto es una cuestión de salud y no de ideología, mucho menos de religión; porque no somos un estado confesional no pueden imponerse creencias a golpe de ley. La interrupción voluntaria del embarazo es eso, ¡voluntaria! Nadie está obligado a acogerse a ella, no violenta la actuación de ningún creyente en cualquier cosa que quieran creer, ni ellas están obligadas a abortar si no lo desean, ni nadie a practicarlo pues al personal sanitario se reconoce la posibilidad de objeción de conciencia –figura que por cierto es una enorme muestra de generosidad para con los que discrepen de las leyes aprobadas democráticamente-. No debemos caer en la trampa de los conflictos de absolutos ni en los cándidos “buenismos”
de llamada “defensa de la vida” ¿de la vida del embrión y del feto? Escandaliza ver como se enarbola tal pretendido derecho cuando se vulnera tan fácilmente el derecho a vivir después de haber nacido.

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- www.ara.cat