A los hombres les gusta mucho contar con las palabras y con los números. Cuentan las cosas tomando su posición como referencia y la de las mujeres como un ataque o una provocación; y cuentan los casos de violencia con números marcados capaces de hacer pasar el todo por la parte y la parte por el todo, según interese. Y lo hacen porque sus números no van solos, no son números primos, sino una especie de números “primos hermanos” a los que siempre les acompaña el relato para que al final les salgan las cuentas y también los cuentos.