Máster en Alimentación, Ética y Derecho

Cátedra UNESCO de Bioética

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Opinión de Victoria Martorell

Subdirectora Gestión Clínica y responsable del área de negocio del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo
 
Es la segunda vez que me preguntan cuáles son los aspectos que más he valorado a lo largo de los años de los aprendizajes adquiridos durante los dos años del Máster en Bioética y Derecho.

Como la primera vez no puede contestar suficientemente bien, porque me olvidé del último punto, que para mí tenía una importancia primordial, esta vez empiezo por el final y así me aseguro de no volverme a olvidar.

Creo que es fundamental para el Máster su voluntad de buscar respuestas, en el marco laico, amparándose en el derecho y la moral para encontrar soluciones en nuestros retos como sociedad. Este planteamiento, que podríamos decir es denominador social común, deja a la vertiente individual los aspectos religiosos que cada persona quiera autoimponerse, siempre me ha parecido sencillo y al tiempo terriblemente contundente.

El espacio común de organización social es neutro, siendo las visiones individuales las que pueden autoimponerse modelos religiosos. De hecho, si uno tiene en cuenta los veinte años transcurridos desde el inicio del Máster y la evolución cada vez más dificultosa de la convivencia en las sociedades occidentales por malentendidos pretendidamente religiosos, que quieren ser aplicados a otros con coacción, hay que considerar que el enfoque de la Dra. María Casado no solo fue novedoso sino totalmente visionario. A mi entender es el único enfoque que puede permitir la convivencia positiva de sociedades multiculturales y multireligiosas. Hace falta pues, en mi opinión, hacer un reconocimiento especial al Máster y a su directora, por su contribución al que indudablemente es la única alternativa de futuro para generar sociedades plurales, ricas y harmoniosas.

Dicho todo esto que para mí era un tema del marco general pero de capital importancia, paso a explicar aquellos aspectos que de bien seguro no podría haber adquirido sin este Máster.

Recuerdo la percepción de privilegio, privilegio por la calidad de los profesores y privilegio por el tiempo protegido que durante dos años, martes y jueves, pude disfrutar para aprender y reflexionar.

El rigor antes de emitir ningún juicio, ninguna opinión, ningún posicionamiento… la necesidad primaria de reunir la mejor información disponible sobre el tema a tratar y esforzarse para entenderlo. Utilizar el método para huir del prejuicio.

Otro aprendizaje pionero que me ofrecieron mis maestros fue la necesidad de separar las emociones propias de razonamiento lógico y racional. No siempre es fácil, ni siempre se consigue, pero constituye uno de los pilares básicos del ser racional.

Ligado a lo anterior, y seguramente el aprendizaje más valioso es el identificar los propios miedos cuando estos interfieren en el raciocinio del pensamiento. Estoy en lo cierto de que no siempre soy capaz de vencerlas y que más veces de las que me querría forman parte de mis posicionamientos pero al menos he aprendido a identificarlos y a menudo a ser capaz de admitirlas.

Por último, aprendí a tener esperanza, a pesar de que tanto a nivel social como personal, uno tiene la percepción de que en los últimos años no han estado precisamente tiempos de un pensamiento de calidad, creo firmemente que si nos esforzamos en pesar mejor estaremos más cerca de actuar mejor.