Una colaboración entre psicólogos e informáticos de la Universidad de Washington ha permitido que un robot pueda aprender tal como lo hace un niño, de forma natural. A través de la observación y algoritmos de aprendizaje automático, el robot es capaz de averiguar cómo sus propias acciones dan lugar a diferentes resultados. A partir de ahí utiliza ese modelo probabilístico aprendido para deducir lo que una persona quiere hacer y completar la tarea, o incluso a pedir ayuda si no pudiera ejecutarla.